Come on baby, you can! ♫

Iba a toda velocidad por la carretera con su ferrari negro, regalo de su padre. Llevaba puesto los lentes de sol mientras observaba el camino con atención pero a la vez distraído. Unos minutos luego se detiene en medio del asfalto, solo observando el lugar.

Conducia mi sencillo descapotable plateado totalmente absorta en mis pensamientos dirigiéndome a St Paul. Volvi a la realidad cuando vi a un conejo cruzar la carretera justo en frente de mi trayectoria, con un grito ahogado por el susto pegue un frenazo y me golpeé la frente con el volante. Gemí y fulmine al conejo con la mirada, que había llegado tranquilamente al otro extremo de la carretera.
-Estupido conejo imprudente- Murmuré frotándome la frente. Me fijé en un ferrari aparcado en mitad de la carretera, lo miré extrañada, me bajé del coche y me acerqué. Golpeé la ventana tímidamente con los nudillos, puede que al conductor le hubiese pasado algo.

Estaba sumido en sus pensamientos, cuando escuchó los chirridos de unas llantas sobre el asfalto e inmediatamente giró la cabeza en busca del auto que generó ese estridente sonido. Observó un descapotable plateado frenar porque un conejo estaba pasando, levantó una ceja divertido. Pocos segundos después observó a la conductora acercarse y tocar su ventilla con los nudillos. Pensó en dejarla con la duda pero no, no sería tan malo, así que bajo el vidrio.

-¿Sí?- preguntó.

-Oye, no es por ser entrometida ni nada, pero estás parado en medio del asfalto y he venido a ver si había pasado algo.- Dije sintiéndome totalmente estúpida.- Así que... ¿¿Puedes dejarme avanzar, por favor?- Pregunté ya deseando que se me tragara la tierra.- No hay que llegar tarde el primer día- Murmuré más para mí misma apartándome del coche.

Sonrió de lado, leve. -No hay proble, ya te doy paso- dice, amable. Enciende el auto. -Por cierto, soy James- se presenta educado. Pone el auto en marcha haciéndolo rugir, le encantaba eso. Lo movió aparcándolo a un lado de la carretera.

-Y yo Lena.- Dije gritando por encima del suido del motor. Saludé con la mano y me fui hacia mi coche, entré y lo puse en marcha al segundo intento.
-No hemos llegado a tres, buen chico.- Musité con sarcasmo mirando fijamente el volante.

Encendió la radio y la puso a todo volumen, siguiendo el ritmo de la canción con la cabeza.

Puse el coche en marcha y me relajé. Cuando apenas había recorrido un kilómetro empezó a hacer ruidos raros.
-Oh, no, no, no, no,- Le supliqué con pánico al ver que iba reduciendo la velocidad.- no, no, ¡no!- Gemí cuando me paré completamente y salí del coche, le pegué una patada con rabia a la puerta, con lo que solo conseguí un tobillo torcido. Sin dejar de maldecir fui al maletero y cogi un mapa, estaba a 10 kilómetros de la ciudad. Suspiré y puse la radio mientras abría el capot del coche, mirando todos los tubos como si fueran letras chinas. Empecé a removerlos ensuciándome hasta los codos, intentando arreglar el problema.

Cierra los ojos echando la cabeza hacia atrás. Tan pronto terminó la canción los abrió encontrándose con que el carro de la chica estaba detenido a unos cuantos metros de él. Frunció leve el ceño. La observó salirse del auto y abrir el capó, buscando el problema. Sonrió de lado, divertido.

Gruñí desesdperada y me froté la cara, hasta que me di cuenta de que estaba llena de grasa en las manos. Respire hondo para no coger un bate y empezar a golpear a mi coche, y saqué el móvil de mi bolso. Como no había cobertura, lo alcé y lo moví en todas direcciones con el ceño fruncido mirando la pantalla fijamente.

Esperó unos segundos más, hasta que no aguató y salió del auto sonriendo de lado, egocéntrico. A paso lento se acercó a la chica, llegando a su lado en poco tiempo. -¿Necesitas ayuda?-

-Qué va, estaba pensando en pedir unas pizzas, ¿te apuntas?- Pregunté con sarcasmo. Desistí de intentar usar el móvil y suspiré.- ¿Sabes algo de mecánica?

-Oye, baja la guardia, tigresa- dijo levantando ambas manos, inocente. -Por supuesto- dijo, ego como solo él. Se arremangó la camisa y tomó el lugar de ella, revisando el auto.

Rodé los ojos y me apoyé en el coche cruzada de brazos, observandole.
-¿Estudias en St Paul?

Comienza a revisar el carro, frunciendo a veces el ceño.

-Sí, soy estudiante de teatro, ¿tú?- preguntó.

-Igual.- Observé como frunció el ceño y miré mi coche preocupada.- Por favor, no me lo mandes al hospital.- Dije en tono dramático.

Rió divertido por el dramatismo de la chica. -Nah, tampoco es para tanto. Solo apretamos acá y acá...- dijo apretando unas tuercas con las manos, ensuciándoselas en el intento. -...Y listo-

No pude reprimír una carcajada al verle ensuciarse.
- Un dueño de un ferrari manchándose de grasa... Ver para creer.- Le sonreí con agradecimiento.- Muchas gracias por arreglar a este trasto, ahora podré llegar a la escuela... yupi.- Dije sin muchas ganas.

-Pues para que veas, soy hospitalario con la gente- dijo sonriendo de lado, sin enseñar los dientes, egocéntrico. Se sacudió las manos intentando quitarse la cosa negra conocida como grasa. -Vaya, tu entusiasmo me emociona- dijo sarcástico.

-Oye, aquí el sarcasmo lo uso yo, tienes que pedirme permiso para usarlo.- Dijé con altivez, pero bromeando. Entré en el coche.- Bueno, te veré en la academia, supongo. Y gracias otra vez.- Sonreí ampliamente.

-No cariño, yo no necesito pedir permiso para usarlos- dijo, enarcando una ceja. -Bueno, nos vemos y me debes una- dijo riendo.

-Lo tendré en cuenta.- Dije sonriendo poniendo los ojos en blanco.- Adiós.- Puse el auto en marcha y espiré aliviada ante el rugido del motor, le despedí con la mano y me alejé de allí.

Caminó hacia su carro, buscando un pañuelo para limpiarse las manos. Menos mal que siempre lo cargaba en el auto. Se limpió las manos, y puso en marcha el auto. Hora de volver a la academia.